Estrategias
Me siento obligado, imagino que como cualquier persona de este país, a intentar poner algo de orden mental en lo que vamos viviendo con lo de Cataluña. En diversos lugares, incluso en mi entorno, he visto comparar las estrategias y los envites de estos meses entre los gobiernos y desgobiernos a diversos tipos de juego. Quienes optaban por la teoría más diabólica, concedían a Rajoy y Puigdemont el estar ante un tablero de ajedrez imbuidos con miles de puntos de Elo. Cada movimiento, así, era parte de una estrategia que el rival habría evaluado o corroboraría en su modelo y poco a poco el intercambio de poder iba configurando nuevas situaciones. Si los demás no pillábamos el asunto es porque, como pasa en las grandes partidas de los campeones mundiales, solamente un profundo conocimiento matemático (o político) concede la capacidad de ver más allá del desastre en el que caen peones, alfiles e incluso alguna reina.
Otros, más desencantados, acuden al tres en raya, un juego demostradamente inútil que conduce invariablemente a que una parte pierda, salvo cuando rompa o viole las normas. Es imposible no jugar al ta-te-ti de Mafalda porque todos caemos en la trampa de su atractiva y rotunda victoria, pero acaba siendo una pérdida de tiempo. Solamente quien no comprende la mecánica subyacente del juego puede seguir queriendo jugar. Ah, ya lo pillan, ¿verdad?
La cosa podría haber sido más épica, una partida de go en la que solamente un maestro capaz de entender al contrario podrá llegar a imponer su color al territorio. Pero ahora sabemos que hay máquinas mejores que ningún humano para jugar al go. Y que nunca conseguiremos imponer una estrategia a quien es capaz de pensar millones de veces más ágilmente. Aquí, lo siento, no encuentro metáfora. Qué desastre: igual en el fondo era una partida de mus entre fulleros.