El escándalo de Hollywood sigue sumando nombres y una forma de quitar importancia a la repetición sistemática de abusos es decir que es lo de siempre, cuando, en realidad, que sea lo de siempre dibuja la magnitud del problema. Resulta casi tan eficaz como esa otra manera de sacudirse la incomodidad diciendo que hay problemas mayores. Efectivamente, el escándalo de Hollywood es el de su pueblo, de su barrio, de su? Con más brillos y altavoces pero con el mismo esquema de poder y silencio. ¿Lo quiero? ¿Está a mi alcance? ¿Puedo? Pues lo hago. Depredación.
¿Por qué las víctimas no han hablado antes? La pregunta es otra forma de echar balones fuera. Se podrían escribir tratados o recomendar los ya escritos. Hay otro camino más sencillo. ¿Han preguntado ustedes en sus círculos de confianza si alguien ha vivido situaciones similares, desde la violación al acoso o al abuso sexual, entendiendo por este la imposición de cualquier conducta no deseada o invasiva: conversaciones, toqueteos, acercamientos molestos o exhibición de materiales? Les recomiendo que lo hagan. Y que pregunten y se pregunten por qué hasta ahora no lo habían sabido. La realidad se replica a sí misma de modo fractal y esto les puede dar pistas. Las preguntas no solucionan demasiado, pero ayudan a ver el suelo que pisamos y a obtener algunas explicaciones. También del silencio.
Al silencio y a situaciones de contenido sexual se asocia a menudo otra palabra, discreción. Es complicado su manejo. Puede aliarse con la vergüenza, el miedo y el dolor de las víctimas y asegurar la impunidad y el poder de quienes abusan. Pero el poder también sirve para denunciar y cambiar. A grandes males, grandes remedios. A Ridley Scott no le ha temblado el pulso ni la cartera con Kevin Spacey. Un ejemplo.