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Douglas Adams desveló la respuesta que daba sentido a la vida, al Universo y todo lo demás, aquella que una antigua civilización había perseguido toda su existencia, eones tras eones, cuando el ordenador creado para buscarla les dio ese número como respuesta. Adams no imaginó al componer su Guía del Autoestopista Galáctico que justo hoy se iba a entender esa precisa respuesta en clave de ofensa al sentido común. Hoy hace 42 años dieron por muerto al dictador apellidado Franco. Hoy una fundación amparada por el Gobierno de nuestra democracia convoca responsos y llama “generalísimo” a ese militar usurpador y sedicioso, asesino contumaz. Hoy se verán algaradas impunes de fascistas clamando odio y terror, como esos neonazis llenos de xenofobia y violencia que ensucian el sustantivo “hogar” y el adjetivo “social”. O concentraciones franquistas en ese valle del oprobio donde los cuerpos de personas que fueron trasladados allí sin permiso de sus familiares no pueden ser identificados ni menos recuperados porque para el Gobierno y la Iglesia católica que lo sustentó bajo palio y con aval de santa cruzada la memoria histórica es algo que no toca (como tampoco tocan la corrupción que han presidido o la violencia contra las mujeres que siguen ninguneando y tolerando). Es un periodo casi eterno el que nos separa de ese frío noviembre de 1975, el que media entre esa dictadura en blanco y negro y lo de hoy. Entiendo que Muñoz Molina proclame que ya no estamos en Francoland, qué tontería pensar que sigamos en aquella época. Pero 42 años después hay demasiada tolerancia hacia el franquismo y nulo reconocimiento a las verdaderas víctimas. El sentido de la vida, de todo lo demás, podría llegar hoy: desmonten el franquismo, reconozcan la memoria histórica, pidan perdón de una vez.