como todos los años, voy tarde. De forma lateral, en varias conversaciones me entero de que ya hay quien ha comprado regalos o tiene una lista bastante clara y me entra una prisa frustrante y sin posibilidad de resolución inmediata por la simple razón de que aún no tengo ni la más remota idea de por dónde tirar. Para empezar, no sé ni qué me gustaría que me regalaran a mí. Es una especie de anorexia, lo noto. No es algo nuevo, esto se ha ido gestando y creo que puedo establecer su recorrido. Siempre me han encantado los coloricos de los escaparates, su llamada visual. Y me paraba y los disfrutaba y hacía el juego interno de elegir cinco o dos o uno de los objetos expuestos. Si alguna vez llegué a comprar alguno, el resultado fue decepcionante. Fuera de su ecosistema su brillo decaía, su color, sin el contraste o la armonía establecida con los otros, se apagaba.

Esto respecto a lo que podríamos llamar cualidades físicas pero también, y me lo tendría que mirar, una vez conseguido el objeto, la mayor parte de las veces perdía valor. Algo así como si ya es mío no vale tanto. Jo, qué intenso, ¿no? Suena fatal pero esa es la formulación. Lo que significa que no era sino un elemento necesario en el trayecto de un deseo llamado, como todos, a extinguirse. Identifico en esta sensación una dificultad para elegir regalos. Sin embargo, hay personas cuyas elecciones aportan valor al objeto elegido. Como lo han elegido, es valioso. Qué envidia. Son la otra cara, una especie de reyes midas, aquello que seleccionan les confirma su capacidad, su instinto, su ojo, su acierto y su deseo es uno de los caminos para el bienestar. Aún queda tiempo. Y luego, se pasará.