Un cartel pegado en una calle de Arrosadia: “Peligro: el Señor X, Y, Z y sus hijos se dedican a torturar con un radiotelescopio las mentes de jóvenes del barrio. Ojo!! Es un sistema utilizado por terroristas islámicos. Denúncialo”. Así tal cual, aunque sin acentos y poniendo el nombre y dos apellidos de tres personas que, imagino, viven por ahí mismo. Se nos ha ido la olla con las amenazas invisibles, las conspiraciones y pronto comenzarán los problemas: entre antenas, control mental y aviones sembrando enfermedad esto es un no parar. Me cuentan algunas personas que están aterrorizadas porque esas trazas de los aviones les afectan la vida, la salud, el clima... todo. De verdad me lo dicen, y acuden a páginas y vídeos de internet, con expertos que afirman que estamos contaminados por los “chemtrails” de los aviones, y que nos lo ocultan para mantener una conspiración y un negocio. Unas veces es una cosa, otras otra, a veces las dos a la vez: nos enferman y nos curan, nos matan de sed y nos venden agua, ya saben lo malos que son los Oscuros Dueños del Mundo. Pero las pruebas no aparecen (ellos dicen que las ocultan los mismos poderes). Es todo muy absurdo, porque las pruebas que no son falsas están trastocadas, y porque además los voceros públicos de estas conspiranoias son gente que se dedica también a vender homofobia, antivacunas, negacionismo del sida y demás patologías sociales.
Pero hay algo peor: cuando los servicios de base de un Ayuntamiento como el de Tafalla acogen en sus salas a estos charlatanes tan peligrosos, como si esa paranoide estupidez fuera algo serio, como si realmente hubiera un problema para la salud o el clima o la sociedad. Ya lo hemos dicho mil veces (aunque no nos hagan caso), como con Pàmies y otros: ningún apoyo publico a los mentirosos. ¿Estamos tontos o qué?