Apostar por la ciencia en un país que la está desmantelando es una provocación. Como en Navarra, diferenciándonos del resto del país, donde ha caído la inversión, donde se ha cercenado toda una generación de investigadores, condenándola a una diáspora de la que solamente una de cada diez personas volverá. Donde la inversión desaparece y la burocratización aumenta para enmarañarlo todo. Esta semana se ha anunciado una ley foral de ciencia y tecnología que permitirá usar la capacidad de nuestras instituciones para ir corrigiendo un déficit con respecto a Europa que siendo histórico había aumentado en el último decenio con la desamortización de la ciencia. En la exposición de esta ley destaca que se considere el valor para solucionar el futuro y aportar retos creativos ante los desafíos que permite la investigación científica y técnica, además del desarrollo económico que deriva en los sectores prioritarios de esa visión del futuro de que nos hemos dotado en Navarra. Y se hace hincapié en cómo desde la educación al sistema productivo todos los sectores deben trabajar para hacerlo posible. No solamente eso, sino que se apuesta por una cultura científica que es más que nunca necesaria.

Porque, ya lo hemos pedido por aquí a menudo, hace falta ciencia y más ciencia. Información veraz y libre de prejuicios. Crítica, sobre todo crítica con aquello que se nos vende desde el dogma aunque venga avalado por el buen rollo. Como cuando nos dicen que hay que luchar contra los transgénicos avivando un miedo más bien imbécil y sobre todo injustificado a la luz de los años de investigación que avalan que estas técnicas que por el contrario pueden suponer una verdadera revolución sostenible, especialmente en las zonas más deprimidas del mundo. Más ciencia, por favor, y más seso en lo público.