“El título del máster no me aportó ningún nivel académico que no tuviera. Mi licenciatura en Derecho ya se correspondía con el nivel de máster”. Si ella misma creyera que eso es cierto, ¿para qué lo haría entonces? ¿Para qué cursar algo a tal distancia que la definición de presencial se pierde de vista? ¿Para qué una modificación de las notas extraña y fuera de tiempo? ¿Para qué una comparecencia sin documentos que corroboren, invaliden o aclaren tesis y dudas, si el sacrosanto máster no aportaba nada?
Le-ti-zia versus So-fí-a. Tres sílabas, dos reinas, una secuencia de Juego de Tronos. Si la familia no se elige, te toca, qué decir de la familia política? y si además de política es Real, la situación adquiere rango de conflicto internacional. Broncas las hay en todas las casas. Pero cuando la profesionalidad pasa por mantener una imagen y el sueldo lo pagamos todos, incluidos quienes no nos sentimos representados porque no les hemos elegido, estar a punto de pasar la fregona por la cara de tu hija, Reina del Futuro y nieta, para borrar todo rastro del beso de tu suegra, Reina del Pasado y abuela, es feo.
La fotógrafa Evgenia Arbugaeva congeló en 2014 en unas preciosas imágenes de edición onírica algunos instantes de la vida eremita que ha llevado el último meteorólogo ruso del Ártico durante 30 años. Estos días circulan por las redes. ¿Qué se puede hacer allí además de realizar mediciones, recoger muestras y tomar referencias que sirvan para aventurar con datos una plausible hecatombe climática? ¿Con qué se llenan las horas de 11.000 días mientras te crece el pelo y la barba, mientras se te achican los ojos y se te ensancha el perímetro, mientras se te redistribuye la grasa corporal y puede que comiences a confundir rostros y nombres? Por suerte, la falta de internet en su confín del mundo ha evitado a Slava el consumo de actualidad española. Y rusa.