se ha presentado una iniciativa para que estudiantes de Navarra puedan convertirse en biotecnólogos. A pesar de lo que solemos decir públicamente de los más jóvenes y de lo que igualmente maldecimos del sistema educativo, cuando uno busca gente preparada y animada, surge excelencia y pasión por la investigación. En este caso, se trata de descubrir qué es la biología sintética, cómo podemos crear elementos y funcionalidades que la naturaleza no había tenido el detalle de proporcionar. En esta iniciativa de Planeta STEM (de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) imaginamos que ir al espacio, requerirá crear alimentos y obtener sustancias que en una biosfera planetaria como la que nos ha visto nacer son sencillas de obtener, pero en el entorno más limitado de naves o colonias espaciales será complicado. ¿Puede un equipo de adolescentes conseguir comenzar una labor como esta? La respuesta es afirmativa y estoy seguro de que este equipo, con ayuda de la gente de la ciencia que trabaja en Navarra, podrá además llegar a la reunión mundial en Boston, en el MIT, donde ponen en común sus inquietudes y experiencias.

Paradójicamente la ignorancia interesada ha convertido conceptos como ingeniería genética, biotecnología (y no digamos ya transgénicos) en algo que da miedo, que provoca rechazo inmediato. Es comprensible que desde que Mary Shelley nos presentó a la Criatura del doctor Frankenstein el debate estaba plantado. Quienes asustan con esto olvidan que la investigación que cambia el mundo y permite que más personas accedan a la alimentación y la medicina se basa en estas técnicas que demonizan. Y que si en vez de aterrorizar se favorecieran los controles éticos y sociales de las nuevas tecnologías todo sería más responsable, más efectivo. Como lo que harán los chavales de BioGalaxy. Ya les contaré.