el mundo es complicado. Y está ahí para eso: para complicarte la vida. Últimamente más. Te voy a confesar una cosa: llevo escribiendo en periódicos desde el 6 de septiembre de 1991. Nunca hasta ahora he tenido miedo a ser censurado o denunciado por mis palabras y opiniones. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, estoy empezando a ver señales preocupantes de un nuevo moralismo político que no sé hasta dónde puede llegar, pero que ya ha empezado a minar la libertad de expresión y creo que no va a parar. Y no lo olvides: libertad que merma, libertad perdida. Hoy se inicia el juicio a Clemente Bernad y Carolina Martínez por su documental sobre el Monumento a los Caídos. Y tal como están las cosas, cualquiera sabe lo que puede pasar. Yo lo he visto (lo puede ver cualquiera) y no entiendo que nadie pueda sentirse ofendido por ese documental. Espero que tengan un juicio razonable y sensato pero, para empezar, el fiscal pide dos años de cárcel y multas de 12.000 euros. No te lo puedes creer pero resulta que sí: que es así. Si te fijas, últimamente se está tratando de atacar, atemorizar y criminalizar a gente que hace documentales, a gente que hace teatro, a gente que hace humor, a gente que escribe o canta. Te lo digo en serio: yo me estoy empezando a acojonar. Reconozco que me estoy haciendo muy sensible a cualquier clase de amenaza a la libertad de expresión. Pero si es así es porque creo que ese es siempre el principio de algo peor. Toda censura prefigura el advenimiento de alguna especie de fascismo. Y de un tiempo a esta parte hay una censura creciente que viene desde arriba y que trata de imponer una supuesta hipercorrección política. Al principio, hasta les gusta a muchos. Luego viene todo lo demás. El control, etiquetado y clasificación de la gente. Está llegando.