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El domingo que viene

El domingo que viene se celebrará Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, contra las Mujeres, contra la violencia de género, contra la violencia machista, contra la violencia sexista. La fluidez cambiante de la denominación tiene que ver con el afán de exactitud, con la capacidad de los términos para explicar el origen de las todas las violencias incluidas. Utilizar una u otra en función de una determinada corrección política empobrece la percepción. Es más, es el efecto acumulativo de las sucesivas denominaciones el que da una idea bastante aproximada de la evolución de la conciencia sobre el fenómeno.

El paso de mujer a mujeres evidencia que no hay un solo modelo de mujer. Como formuló Celia Amorós, mientras la mirada patriarcal ve a los hombres como individuos que se entienden como iguales (en derechos, en legitimidad), las mujeres son vistas como idénticas y por lo tanto intercambiables dado su escaso nivel de individualidad. Es muy gordo decir esto y se ha dicho en todos los tonos. Ortega y Gasset afirmaba respecto a (en su caso) la mujer que “no existe otro ser que posea esta doble condición, ser humano y serlo menos que el varón”. Una afirmación depurada propia de la versión más intelectual del machismo.

Conceptos como sexismo, machismo y género han contribuido a comprender una violencia que no es una lacra porque es sistémica, que se expresa de múltiples formas y con diferentes intensidades en todo el planeta, que se adapta al cambio de las costumbres, que atraviesa clases sociales, afecta a mujeres de todas las edades y se lleva bien con el mercado, que se ejerce contra quien se considera inferior, contra quien se piensa que debe obedecer, secundar, acomodarse y no disentir, cuya ruta vital se percibe subordinada a la propia.