sales de clase el viernes pasado y en plena efervescencia ideológica humeante como un café negro sin filtro, la de los 19 años, te reúnes con media docena de colegas de la uni con los que compartes aula en Historia y cuatro principios que te parecen defendibles. Tanto como para crear tus siglas, AEDE, acrónimo de la Asociación Española De Endodoncia que, en este caso, los chavales habían elegido para su naciente Agrupación de Estudiantes por la Unidad De España. El campus de esta universidad se encuentra en Vitoria-Gasteiz. Podría situarse en Valencia, Madrid, Valladolid? pero está aquí, en una tierra en la que parece que todavía somos dados a defender lo que creemos machacando a quien rechazamos. Si hace falta, físicamente, que para eso somos una raza recia. Creíamos que íbamos regenerando poco a poco unas cuantas décadas en las que hemos llevado el “estás conmigo o contra mí” y sus diversas rentabilizaciones hasta extremos inhumanos y codificados, asesinatos, torturas, secuestros. Pero claro, 18 años después de estrenar el siglo XXI va y florecen partidos políticos que Telemadrid prohíbe a sus periodistas calificar de “extrema derecha” o de “ultraderecha” y sacan 12 diputados en las elecciones andaluzas. Y el avance de este y algún otro partido casi a la derecha de Franco, o a la derecha del Padre, genera una tensión, un miedo y un deja vú inevitables. Y entonces, los chavales salen de la reunión en su campus universitario y se encuentran con los puños de otros valientemente escondidos bajo sus capuchas, que terminan enviando a uno de ellos a quirófano a ver si le arreglan lo que le acaban de destrozar. Sea la víctima miembro de esa AEDE, de Gazte Komunistak o de Ikasle Abertzaleak, creo que confrontar discurso con paliza intoxica el ambiente y es dar cien pasos atrás.