Síguenos en redes sociales:

Resurrección

Domingo de Resurrección. Ojalá que no tenga octava política el 28. Que la Navarra del cambio sume y no se toque la tendencia de la última tanda de elecciones generales, rupturista con el bipartidismo en la aportación regional al Congreso. Mensaje al elector: haz que pase. Una contribución humilde pero eficaz al cambio en España. Navarra es una de las 26 provincias que aportan cinco o menos escaños, distribución pensada en origen para un escenario bipartidista. De ahí la conveniencia de aglutinar. Nos tendríamos que remontar al 2000 para sentar en la Cámara baja a 3 diputados de la derecha y a 2 socialistas. En los tres comicios siguientes, el vasquismo y el nacionalismo se incrustaron en el reparto de escaños, hasta que la hegemonía del cambio la protagonizó por dos veces consecutivas la vigorosa irrupción de Podemos (en 2016, a doce mil votos de UPN-PP). El voto útil puede que revitalice a esta sigla en descomposición y que actúe aquí como reconstituyente del socialismo constitucional, el más castigado desde 2011 por hartazgo del electorado navarro con sus alianzas y traiciones. El PSN-PSOE contabilizó mínimos históricos en los dos últimos recuentos (2015-2016), por debajo del 20%. Muy lejos del casi 38% del histórico 1982. El éxito morado y el descalabro rojo se dieron con participaciones superiores al 70%. Tampoco es del todo descartable una representación nacionalista vasca, pero Bildu quedó distante del apoyo a su antecesora Amaiur y Geroa Bai perdió casi treinta mil votos en cinco años. El comportamiento del elector progresista quizá venga orientado por papeletas que puedan conformar un dique de contención en la desembocadura de los afluentes por la derecha. Una pugna real izquierda-derecha: simplificación poco deseable, pero inevitable esta vez en la configuración del arco parlamentario. Los matices, a la hora de negociar la legislación en el Parlamento. Domingo de Resurrección. Sin octava en las urnas. A ser posible.