Dos disparos lo desencadenaron todo, como si hubieran roto la llave de una cárcel que albergara mil y un tremendos demonios. El archiduque murió rápido, con su mujer. Parecían hermanadas para siempre las naciones, las más poderosas y desarrolladas: dominaban el resto del planeta con sus colonias. Las ciencias nunca habían llegado tan alto, pero falló la sabiduría en los gobiernos.

Escritores e intelectuales estaban por la paz. Bastó un detonante y todo se envenenó, convirtiendo viejos amigos en enemigos. Bien lo describió Stefan Zweig en El mundo de ayer, mostrando una civilización que se suicidaba con aquella "guerra civil". Germanófilos y anglófilos creían tener en su mano la victoria y la razón. Todos perdieron. De cuarenta a sesenta millones de muertos, millones de mutilados, hambrunas, pérdida de colonias, revoluciones..., todo fue la consecuencia del atentado y una política de gallos entre bloques que crecían amenazándose, hasta hundirse en el precipicio, menguando. Súbita transformación que luego destrozaría tantas vidas, tantas ciudades y tanto arte, engendraría los fascismos y el estalinismo, como furias desatadas.

León Tolstói ya relataba sus experiencias en Crimea, y su Guerra y paz mostraba cómo la violencia ha de evitarse a toda costa, desde una interpretación anarquista del cristianismo. Pero parece que volvemos al mismo punto. Ahora por un país que no está en la Alianza Atlántica y que no tendría por qué ser obligada la intervención nuestra. Pero el bloque ruso-chino frente a EEUU y sus aliados es lo que cuenta. La mayoría no sabe apenas de qué van aquellas afrentas. Tropas, aviones y un dineral invertido en transporte preparado para la guerra se ha trasladado a aquella zona del planeta en vez de estar ayudando a los científicos a curar la pandemia, en curar las miserias que esta crisis nos deja. Apenas nadie protesta. Con la guerra de Irak sufrimos una situación similar.

EEUU tenía interés en el conflicto. Hubo países que se opusieron a secundarles. Luego descubrimos que los norteamericanos engañaron a todos, interesados en conquistar babilónicas tierras. La destrucción ya estaba realizada. Ahora estamos tentando una nueva guerra mundial que podría acabar con un misil atómico arrasando las bases americanas de Zaragoza, Rota o Torrejón, o nuestras grandes ciudades, para forzar una rendición, si llegáramos a ese punto. Hay bombas atómicas suficientes para arrasar varias veces el planeta. También soluciones, pasó con Finlandia: neutral. Ni para un bloque ni para otro, la paz ante todo. Nos obligan los gobiernos a mil restricciones de la libertad (velocidad al conducir, mascarillas para los virus, etcétera) para cuidar nuestra seguridad y luego nos arriesgamos a lo peor, arrastrados por quienes mandan. Ahí no importa el pueblo y la democracia se demuestra demasiado aparente y falsa. EEUU manda. Nosotros obedecemos... ¿Podemos o no? Ni con los socialistas protestan, y estamos al borde del abismo...