Hoy se constituyen los ayuntamientos, aquí y en otros muchos lugares. Y, salvo en unos pocos de esos sitios, van a acceder a los cargos un montón de personas que van a asumir una responsabilidad fuerte sin grandes contraprestaciones económicas. Por supuesto, habrá, tanto en las ciudades grandes como en las pequeñas como en las medianas como en los pueblos de todos los tamaños, quienes vean en su puesto una manera de ganarse unos euros, pero la inmensa mayoría -y de eso estoy seguro- creo que se meten en esto convencidas y convencidos de que pueden hacer algo por los demás. Claro, habrá quienes lo hagan con resentimientos y claramente escorados hacia un lado u otro, pero pienso que serán muchos más quienes lo hagan creyendo que pueden aportar cosas positivas en general para todas y todos. Navarra, por ejemplo, está llena hasta los topes de pueblos pequeños y medianos y llena por tanto de concejales y concejalas y alcaldes y alcaldesas que tienen que dar cuentas a sus vecinos en el día a día, puesto que viven allá y conviven entre los vecinos y con los vecinos y no dejan de ser una pieza más del paisaje. En esos sitios -y en casi todos- animarse a dar ese paso tiene mérito, al margen de todas las consideraciones que luego queramos hacer. Tiene mérito salirse de los márgenes de cada cual para ofrecer esfuerzo y tiempo y quién sabe si salud y en muchos casos para recibir solo críticas, problemas y tópicos, aunque imagino que también agradecimientos y, cómo no, la sensación personal de estar haciendo algo intrínsecamente correcto, como es dar un paso al frente para gestionar parte de la vida de tus paisanos. En esta columna y en general imagino que en casi todas partes la inmensa mayoría de las veces se destaca más lo malo que lo bueno, pero hoy quiero dar las gracias y desear suerte a la buena gente que trabaja por los demás y que es mucha más que la mala.