Vivo en un país comunista. Estuve unos días en Rusia en marzo del 93 y fui una vez a una fiesta del PCE en la Casa de Campo de Madrid, pero esto es otra cosa, esto está a otro nivel. Polianski. A partir de ahora me voy hacer llamar Camarada Polianski. Polianski era un espaldista ruso bueno que te cagas en la década de los 80 y siempre me pareció sonoro su apellido, aunque yo mi soviético favorito siempre fue Sergei Iovaisha, tanto que hasta una vez firmé una crónica de baloncesto así, con ese seudónimo -para no firmar varias crónicas con mi nombre- y Félix Monreal, que entonces era jefe de Deportes, me echó la bronca. Qué bueno era el cabrón de Iovaisha, cómo tiraba de 3. Pues ya está pillado, se lo cogió ayer por la noche un amigo. Comunistas. Somos comunistas. Yo empezaría nacionalizando Tele 5. Ni la banca ni la energía ni las autopistas ni pollas en vinagre: Tele 5. Tú quitas Tele 5, mandas a los tertulianos de la tarde a un gulag en Teruel -la rasca que hace en Teruel nos viene de puta madre para esta nueva nación que vamos a construir- y tienes de nuevo a millones de jubilados y jubiladas reactivados, dispuestos a volver a dar el callo por su patria y a levantar a mano los ferrocarriles, los embalses y las viviendas sociales que toque levantar. Y así se ganan de verdad la pensión, no todo el día ahí haciendo millonarios a unos palurdos. Todo lo posterior que luego es necesario hacer, lo del paro, la reforma laboral, los alquileres y mil cosas más comunistas perdidas, es secundario a estas primeras decisiones, populistas si se quiere pero básicas y ejemplarizantes. Otra sería emitir moneda con la cara de Cayetana Álvarez de Toledo, o sea tía. Esa cara de mala hostia permanente de niña pija, engreída y que no puede más de rabia. Tú pones esa jeta en los billetes y tienes comunismo para siglos. Tened buen día, camaradas, la singladura será dura. ¡A las rebajas!