espués de que en octubre tanto Salud Pública como la presidenta Chivite casi dieran por finiquitada la pandemia y un mes después el revolcón fuera -y siga siendo- de órdago, hace bien la consejera de Salud al afirmar que la sexta ola aún no está superada. Porque si bien es cierto que la incidencia baja y también los hospitalizados, no es menos cierto que los ingresos diarios siguen por encima de 15 y que, como bien se ha recogido estos días en este mismo periódico, no solo los hospitales y la atención especializada sufren la pandemia, sino que también lo están haciendo -y mucho- la Atención Primaria, la administración y todas las costuras de esta sanidad que tenemos en Navarra, que es una joya -con muchas grietas prepandemia- que hay que cuidar y reanimar entre todos. Imagino que la consejera y su equipo hacen lo que pueden en mitad de esta avalancha sin parangón desde hace 100 años y que en mitad de ese hacer lo que se pueda se están cometiendo errores, excesos, defectos y omisiones, más o menos gruesos. Seguro, también, que elevando el porcentaje del presupuesto global que se dedica a Sanidad se podrían mejorar muchos aspectos. Y, seguro, además, que disponiendo de cierta perspectiva y sosiego del que ahora se carece se podría ir diseñando cómo salir de una situación de casi colapso, falta de profesionales, de relevo, de estructura, etc. El mejunge en el que están metidas todas las sanidades públicas del mundo supongo que es bastante similar y que en sociedades afortunadas como la nuestra en la que veníamos de casi una atención al instante y personalizada y presencial de décadas la sensación de derrumbe es mayor. Estamos a tiempo de que el barco no se hunda y espero que también como pacientes podamos poner nuestro granito de arena colaborando con los profesionales que nos están sacando de esto, exigiendo, sí, pero mostrando aún más paciencia y cooperación.