mí el cartel de Juan José Aquerreta para la Feria del Toro de Pamplona la verdad es que me gusta. El cartel como tal me parece entre horroroso, incomprensible e inquietante, pero a pesar de eso o quizás gracias a eso me gusta. Me gusta la idea de que una entidad le encarga un trabajo a un artista y el artista hace con el trabajo lo que le sale de los cojones, que para eso es el artista, sin importarle un pimiento qué dirán los artistas, los no artistas, su ciudad, la ciudad en la que se celebra la Feria del Toro o incluso quien le encargó el trabajo. El trabajo de los artistas es precisamente ese, ¿no? Hacer arte. A veces sale y a veces no, pero si te dedicas a hacer cosas para que simplemente le gusten a la gente ya no eres un artista, eres otra cosa, un profesional con habilidades técnicas que conoce a la ciudadanía y les endilga un cartel que puedan comprender, entender y valorar. Un cartel con sus dosis de lugar común emocional y cromático, con sus tópicos y sus caminos transitados y todas esas cosas que al público en general le gusta ver porque si ve algo con lo que ya está familiarizado ya puede darle el visto bueno y decir que eso le gusta, que es una buena obra de arte y que qué bien recoge el espíritu de la fiesta. Así que bravo por Aquerreta, que ha hecho lo que le ha salido y no seré yo quien le juzgue artísticamente, puesto que no tengo ni la más remota idea. Eso sí, diré que el cartel al menos me ha parecido original, con esa parte de arriba que parece el anuncio de una película de catástrofes de Serie B o la última de alguna saga de cine de terror de John Carpenter y ese retrato como difuminado de abajo que vete a saber qué transmite. A mí el conjunto me transmite estupor. Pero qué es sino estupor meterte en una plaza de toros y que torturen y asesinen a seis bellos animales mientras 20.000 personas lo celebran. Estupor. Como poco.