e llama Jaime Ruiz del Castillo, un cura enviado hace años al Perú por el entonces arzobispo Cañizares, el que instaba a las mujeres a ser "esclavas del señor". Hoy, el Jaime es vicario en la Amazonía norte de Perú, en Moyabamba. Un rincón donde son habituales los asesinatos de líderes indígenas críticos con tráfico de tierras, el narcotráfico y el modelo extractivista por el que ha apostado el país. El tipo en cuestión, que de lo dicho pasa, se ha tomado su curro evangélico como se lo tomaron sus colegas españoles hace años por estas mismas tierras. Igual igual. Si jesuitas y dominicos llegaron aquí en 1532 de la mano de Pizarros y compañía, amparados por la espada confesional para convertir las almas a sangre y fuego, quinientos años después, Jaime, muy cercano a Vox y al Opus Dei, sigue su estela como si el mundo se hubiera anclado en una amnesia dictatorial.

El domingo 11 hay elecciones en Perú. El otro día, el Jaime subió al púlpito y recordó a Pizarro: "Vamos a ver qué votamos en las próximas elecciones los católicos: quién defiende la vida, que habrá católicos que voten a la abortista que quiere acabar con los derechos de la Iglesia y luego se quejarán. Que conozco monjas que están haciendo campaña por Verónika Mendoza". Se refería a la excongresista de izquierda que puede ganar a la ultraderecha. De ahí el acoso eclesial. Y el Jaime siguió: "Yo solo conozco ahora mismo a un candidato que defienda la vida". Se refería al ultraderechista Rafael López, perteneciente al Opus Dei, quien ha dicho que, de ganar, expulsaría "de inmediato a los extranjeros".

Ya lo dice Johari Gautier, la colonización no es evangelización, ni empresa filantrópica, ni siquiera la extensión del Derecho. La colonización es el gesto decisivo del aventurero y del pirata. Quinientos años después el negocio sigue en pie. Incluso en nombre de Dios.