stamos en shock. Nunca habíamos vivido en una situación de alarma sanitaria. Esto es serio. Es el momento de coger el toro por los cuernos, dejarnos de tonterías y poner orden para controlar la situación. Es lo que hay, nos dicen. "La autoridad competente" es la que manda y nos reclaman cordura y lealtad. Y la cuestión es que no nos queda otra cosa que obedecer si queremos vencer a este enemigo y no derivar en una situación de caos, disturbios y enfrentamientos que además después nos traerían, a buen seguro, un gobierno de derechas y mano dura. Hay que tomar conciencia de la gravedad del asunto y ser responsables. Y parece que tendremos que dejar también para otro momento el debate sobre cuestiones de autogobierno y competencias autonómicas, de si somos o no capaces de organizarnos sin las órdenes directas de Madrid. O el de cómo están sobrellevando todo esto las personas con menos recursos, las que pasan la cuarentena encerradas con su maltratador o hacinadas en una habitación de un piso patera. En estado de alarma casi todo pasa a un segundo plano. También el profundo problema de los cuidados que estos días se hace tan dolorosamente visible. Me gustaría saber cuántas de las personas infectadas son mujeres cuidadoras, sanitarias, cajeras de supermercado€ que están trabajando día y noche en primera línea del frente, cara a cara con el virus. En cambio los banqueros, los empresarios y los grandes jefes de las fuerzas de seguridad y del Ejército son, casi todos, hombres.

En este momento tan crudo parece que todo lo que vamos avanzando en derechos sociales e igualdad de género se desvanece y a la hora de la verdad se ve que siempre mandan los mismos.