El pregón navideño de este año ha querido arrojar un mensaje de “luz, esperanza y ánimo” en la ciudad, destacaba Begoña Arbeloa, presidenta del Teléfono de la Esperanza. La asociación comenzó a andar en 1978 y sigue acompañando a las personas en sus “complicadas vidas”. En 48 años la sociedad ha cambiado mucho y pese a todos los avances esa voz cercana (no un chat) sigue siendo más necesaria que nunca.

Un teléfono fijo que no se mueve, que espera. Me ha gustado mucho ese mensaje de solidaridad que trata de implicarnos como sociedad hacia personas que por vergüenza o estigma ni siquiera piden ayuda. “Si pido ayuda es que soy débil”; “Debería poder con esto solo/a.”;“Hay gente peor que yo”, dirán muchos. Cercanía y comprensión por encima de recursos, servicios o redes y asociaciones de apoyo. Ayer quisieron reconocer todas aquellas personas que, desde diferentes ámbitos, “velan por el bienestar” de muchas otras. Y lo sabemos –los vemos– quienes se entregan de verdad.

Y reclamaban a la sociedad que “sea valiente y tienda una mano firme, sin temor” a personas que no encuentran motivos para vivir. Para que niños y jóvenes sean “valientes” en sus centros educativos para no dejar solos a compañeros que se ven “apartados, y en ocasiones, acosados”. Llamamiento también a las familias para que eduquen con “grandes dosis de sensibilidad” para que esas otras generaciones vivan sus vidas “desde la generosidad y la entrega hacia las causas de los más vulnerables”. Hablar de lo importante aunque sea por Navidad. Y convencidos.