Todo el mundo habla ahora de Steve Bannon, exasesor de Trump y al parecer gran gurú del despiadado neoliberalismo económico que está apoderándose del mundo y pretende comérselo con patatas. Ya ha empezado, creo. Bannon se define como nacionalista, apoya un brexit duro y por las bravas, quiere romper la UE y secunda y asesora (gratis, asegura él) a todos los partidos ultras: a Le Pen, a Salvini, a Bolsonaro y ahora a Abascal. Dice que la primera victoria de Vox ya se ha producido y que ha consistido en contaminar al PP y a Ciudadanos. Textualmente dice: “Ya hablan como ellos. A eso le llamo yo colocar el producto”. A mí me da miedo, me preocupa. Lo de Brasil me parece terrorífico. He oído estos días a gente que sabe mucho de política desde siempre que Vox no va a conseguir muchos votos, que andarán en torno al 10% y que no van a pintar nada. ¿Seguro? ¿Quién lo dice, las encuestas? Jajaja, las encuestas. Yo lo único que sé (y no es que lo sepa, sino que más bien lo huelo) es que en estos momentos nadie tiene ni puta idea. Nadie sabe si hace bien aliándose con el que se alía. Y solo los más listos, lo reconocen: todas las previsiones son turbias o están sesgadas, de los gráficos de estimación de voto no te puedes fiar. De hecho, últimamente están fallando como nunca antes. Y sé otra cosa: los grandes medios están todo el día hablando de Vox y difundiendo sus consignas. ¿Por qué? El cerebro humano es frágil. “Una mentira repetida cien veces se convierte en verdad”, decía Goebbels. Y también decía: “Toda propaganda debe ser popular y adaptar su nivel al menos inteligente. Cuanto más grande sea la masa a convencer, menor será el esfuerzo mental que se tenga que realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa.” El rollo de los perfiles falsos contaminando las redes, una vieja estrategia. Todo vuelve.