El consumo de electricidad de un ciudadano norteamericano equivale al de dos franceses. Y el de un francés, al de cuatro chinos. Ya es tarde. El cambio climático es ya irreversible. El calentamiento global es un hecho. De lo que se trata ahora, en todo caso, es de intentar minimizar sus efectos. Durante décadas se han estado lanzando importantes campañas financiadas por intereses empresariales para publicitar el negacionismo (en la política y en los medios), con el objetivo de dividir a la opinión pública y parar leyes restrictivas. La industria de los combustibles fósiles es la más poderosa del mundo y se resiste con fiereza a dejar de serlo. Si todos los miembros de la especie humana consumieran al ritmo de los estadounidenses harían falta los recursos de 5 planetas como la Tierra para soportarlo. Los recursos son limitados: esto se entiende, espero (es decir, supongo). No se puede crecer indefinidamente. No obstante, la irracional lógica del sistema sigue estando basada en el crecimiento: quieren que produzcas más, que consumas más, que seas ambicioso, que multipliques tus actividades, que salgas, que viajes, que lo desees todo, que lo gastes todo y pidas prestado. Es una locura que forzosamente tendrá fin. Tendrá que tenerlo. Estoy convencido de que va a haber un cambio. La revolución feminista por la igualdad entre hombres y mujeres ha empezado y no va a parar. Y pronto va a empezar la revolución ecologista y la van a protagonizar y a impulsar los muy jóvenes. Los adolescentes. La nueva política será ecologista. Urge un cambio de mentalidad global y se va a producir en los próximos años. Los partidos políticos nuevos tendrán que ir en serio y a saco con este asunto. Y querremos votarles. Intuyo que las nuevas generaciones vienen muy concienciadas a este respecto. Y confío en ellas. Los nuevos jóvenes van a ser duros. Espero que lo sean. Por su propio bien.