Today is the day! Cierra el cole y nuestras criaturas recuperan la posibilidad de asilvestrarse 24 h durante tres meses. Y su neocórtex y el nuestro, la pregunta primigenia de cada mañana, “¡¿Qué vamos a hacer hoy?!”. Con distintos tonos.

Es un día de julio, principios de los 80. Te levantas, te pones una camiseta blanca y una pantaloneta -sí- amarilla, te hacen dos coletas tirantes para tener la frente -aún- más despejada, te ventilas el desayuno y te lanzas a la calle con la bici tras oír un alarido que lleva el nombre de tu hermana y el tuyo. Recogéis al resto de la tribu y salís de excursión por el valle, 10 km a 30° por carreteras de brea suelta y gravilla donde derrapas y te vuelves a despellejar la costra de las rodillas. Escuece, pero completas el Tour con fiereza, enfilando la última cuesta ya a 35° y bajo un sol que te podría derretir los huesos. Irrumpís como bolas de fuego en la frescura de la casa de piedra y devoráis ensalada, alubias verdes, filete y fruta. Salís corriendo a casa de la tía Milagros para ver El gran héroe americano y mientras escucháis el Believe it or not de la sintonía secáis mal los cubiertos que la tía acaba de fregar y los colocáis en su sitio. En el desierto que se abre hasta cubrir las 2 horas de digestión y poder ir a la piscina del pueblo de al lado cazas moscas en la pared blanca del corral de las gallinas con la tapa azul del Bloom, miras a las abejas, buscas buitres en las peñas, divagas en tus pensamientos infantiles. Y volvéis a coger la bici, quemáis 1.500 calorías en la piscina, regresáis con los ojos inyectados en sangre por el hectolitro de cloro y gritando “¿puedo cenar en la calle?”, arrancas a tu madre de las manos el bocata de tortilla de jamón y te vuelves a reunir con la banda en el frontón para contar historias terroríficas y jugar a Verdad o atrevimiento hasta la una de la mañana. Bendito asilvestramiento.