Lazarus es un músico de Malawi. De niño iba al campo a trabajar con sus padres y terminaba ardiendo, llorando por las heridas que el sol africano le abría en la piel. Nadie entendió a su mujer cuando se casó con él. Elige a un negro, no a un albino. Lazarus canta para proteger a los niños que temen no solo al sol, quiere que su gobierno y Naciones Unidas pongan el foco en una realidad que en 2019 sigue siendo demencial. La experta independiente en Albinismo y Derechos Humanos de la ONU Ikponwosa Ero lo explica con conocimiento de causa, ella también nació raza negra pero con piel, cabello y ojos muy claros, y eso en el África subsahariana te crucifica. Puede suponer que te corten un brazo o una pierna, que te asesinen y te troceen para emplear tus huesos en pócimas que, se cree con firmeza, traen suerte, fortuna e incluso pueden hacer ganar unas elecciones. Ser minoría siempre resulta muy jodido. Te matan, te persiguen, te discriminan, como mucho te toleran con ese paternalismo viscoso en el que caemos de vez en cuando. Aquí nacer negro no te crucifica, pero sigue marcando distancia. En nuestro colegio bilbaíno hay madres caucásicas con hijos oscuros como la noche, niñas mestizas de ojos azules? Como microsede informal de la ONU que somos, abarcamos toda la gama de tonos de piel. Además de obviamente público nuestro colegio es hiperactivo, existen mil comisiones. En la de Interculturalidad se está pergeñando traer unas cajas de pinturas “color carne”. Contienen 8 colores, porque cuando éramos críos aquí el color carne era uno, el nuestro, el de nuestros padres y abuelos, pero hoy una pintura se queda corta. Con estas nuestras criaturas podrán dibujarse y entender, desde Infantil, que esa diversidad es lo real y que dentro de ella, somos iguales. Sin buenismos ni paternalismos de clase media. Ese es el plan. El de Lazarus y el nuestro.