regunta el/la periodista de DIARIO DE NOTICIAS: "¿Le parece normal que en la Zona Media y Ribera se puntúe el alemán y no el euskera?". Responde María Chivite: "Me parece que lo que hay que respetar es la realidad sociolingüística de cada una de las zonas de Navarra". Repregunta el/la entrevistador/a: "¿Y desde esa realidad sociolingüística, cómo valora ese tratamiento?". Insiste la presidenta del gobierno foral: "Como digo, todo depende de la realidad de cada una de las zonas de Navarra". La entrevista no es del siglo pasado, sino del miércoles último. Se plantea a Chivite una cuestión que debería ser simplemente sonrojante para el actual Gobierno de Navarra y ella se escaquea dos veces con el mantra de la "realidad sociolingüística". Si en su opinión existe una realidad que impone que, en cualquier zona de Navarra, para entrar en la Administración Foral el alemán cuente y el euskera no, esta señora tiene un problema grave de falta de conocimiento de la comunidad que preside, por no hablar del sentido de la equidad e incluso del del ridículo. La realidad sociolingüística no avala esa flagrante discriminación, más bien al contrario. La división de Navarra en zonas lingüísticas era ya discutible cuando se aprobó la vigente ley de 1986, y ha devenido en obsoleta con la realidad -esa sí- de 2020. Su aplicación literal, es solo producto delvisceralismo ideológico. Las instituciones forales tienen mucha responsabilidad en el hecho de que una parte de la población navarra, más en determinadas latitudes, perciba hoy al euskera como un elemento extraño e incluso enemigo. Toca cambiar de música y no escudarse en ese hecho para mantener una situación evidentemente injusta. No estaría mal que la pedagogía empezase en el seno del mismo Gobierno y del principal partido que lo sustenta, sindicato hermano incluido. El otro día 600 tudelanos firmaron contra la exclusión del euskera. Eso también es realidad sociolingüística.