Lo siguiente tendrá que ser un macroacuerdo de nivel superior impulsado o coordinado desde el Ministerio de Educación que suponga un cambio en los currículos y determine los contenidos exigibles a cualquier chico o chica que curse estudios reglados. Lógicamente estos contenidos deberán incluir aquellos consensos que la Academia y la comunidad científica consideran irrebatibles: la velocidad de la luz, la deriva de los continentes, las aportaciones de las mujeres a la historia de la humanidad, la historia de las discriminaciones a las mujeres, la diversidad sexual? Esta semana he conocido a una persona adulta, inquieta y curiosa que acababa de escuchar por primera vez la palabra intersexualidad y por lo tanto de asomarse a la realidad humana a la que se refiere. Con lo que se sabe, habría que cambiar muchos manuales. Aquello de lo que no nos examinamos no parece demasiado importante, queda como conocimiento de alguna forma discutible, que se puede elegir o no. Y no es así. Hay realidades irrefutables. A partir de ahí, vincular la adscripción a una sensibilidad religiosa o política con la negación o discrecionalidad de ciertos contenidos sitúa el debate en los términos definidos por quienes han renombrado los estudios de género o la visión de género como ideología de género, es decir, por quienes niegan que históricamente se hayan articulado instrumentos legales, educativos y sociales para definir la relación entre hombres y mujeres como desigual y jerárquica en detrimento de estas.

La igualdad también se construye con procedimientos, con modelos, con claustros equilibrados por sexo en todos los niveles educativos, con elecciones de estudios y carreras profesionales no sesgadas. Una parte considerable de la población considera que la igualdad o está conseguida o no es algo que exija profundización. Mucho menos poner en cuestión las posiciones personales. Eso no es buena noticia.