Comentaba el otro día que con frecuencia cuando utilizamos la palabra persona velamos la identidad de quien queda dentro. Persona incluye hombres y mujeres pero casi nunca se emplea de forma desinteresada. Pues bien, ayer, lunes 5, se celebró el Día Internacional de las Personas Cuidadoras, impulsado por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología y la Fundación Envejecimiento y Salud con el fin de reconocer el papel y la dedicación de los familiares a los mayores dependientes. Un ejemplo del uso sutilmente ocultador del término. La observación de la realidad y las estadísticas dicen claramente que la mayoría de las personas que cuidan son mujeres. Si hablamos de cuidadoras que cuidan en el ejercicio de su profesión, su retribución no es precisamente para echar cohetes mientras que su responsabilidad y la exigencia de la tarea es alta. De hecho, es la razón de que muchas personas españolas no barajen esta opción laboral y hayan abandonado este nicho de empleo que hace años que ha sido ocupado por personas extranjeras. Hagan este ejercicio mientras dan un paseo: cuenten las personas cuidadoras que ven y que calculan que desarrollan un trabajo remunerado, cuenten hombres y mujeres.

Si nos fijamos en el otro grupo de personas cuidadoras, las que cuidan en el entorno familiar por amor, por vínculo, por obligación o por un mix, el porcentaje de mujeres aún es mayor. Sin sueldo, sin prestaciones a futuro, sin cobertura de riesgos, sin vacaciones y sin horario. Tal vez por eso.

El pasado sábado 3 de noviembre los telediarios abrieron diciendo que si nos ateníamos a las cifras actuales de brecha salarial, ese era el día a partir del cual y hasta finales de año las mujeres trabajábamos gratis. Para muchas el cómputo empieza el 1 de enero. Y trabajan, vaya si trabajan.