Última columna del curso. Llega el verano. A pesar de no ser estudiante hace tanto, la palabra sigue conteniendo la resonancia de duración, de tardes eternas entonces, incluso puede que algunas bastante aburridas y ahora benditamente eternas con horas que se prolongan elásticas. Si me dejo llevar por la regresión, el aire reverbera por el calor ablandando el asfalto y al fondo se oye el altavoz de una piscina repitiendo la llamada a un bañista: fulanito de tal y cual, acuda a recepción. Comíamos peras de agua y melocotones de viña. Kilos y kilos de fruta que sabía a fruta. Hay algunos planes y una pila de libros que esperan este momento. También un audiolibro. Lo estrenaré con una novela que se me resistió el verano pasado y que me dejó con la intranquilidad de no haberle pillado el punto. Una de esas veces que sabes que no estás para esa lectura pero que estarás.

Creo que voy a apuntarme a algún curso que desarrolle una habilidad manual, algo que deje como resultado un objeto útil y un procedimiento seguro para elaborar otros similares. ¿Es mucho pensar en tejer una chaqueta o sellar decentemente una bañera con silicona? Hay algo en las actividades manuales que precisa de la previsión de todo el tiempo del mundo aunque luego se resuelvan con agilidad. A mí al menos me pasa eso. Posiblemente me apunte a otra formación on line, esa ya de orden profesional, y también quiero andar y tomar el aire. Una de las formas de que el tiempo deje de escurrirse y cunda es aprender algo. Debería aprender a hacer tablas Excel. En serio. Supongo que no serán para tanto, pero ya se sabe que por debería empiezan las cosas que no se harán. O sí. Y ustedes, ¿qué han pensado hacer? Buen verano.