La primera vez que oí la palabra se la escuché a Mirentxu. Como no la conocía, pensé que hablaba de terraplenistas e imaginé a personas que hacen terraplenes manejando pesadas orugas en laderas más o menos inclinadas. Pero no, eran terraplanistas y son gentes que mantienen que la Tierra es plana. Inmediatamente las situé en un archivo mental cercano a los creacionistas, una tendencia clasificatoria que a veces ayuda a ordenar el mundo. Como sé que hay otra tendencia igualmente humana que es la de hacer de todo un asunto moral y de conciencia deduje que seguramente estas personas censurarían o directamente arrancarían páginas enteras de los libros escolares de sus descendientes, no fuera a ser que se les metiera en la cabeza la idea peregrina e insustancial de que el planeta comparte geometría con las naranjas o las pelotas de ping pong. Es arduo ser padre y madre a pesar de Khalil Gibran, que decía aquello de tus hijos no son tus hijos, son hijos de la vida tra la la la la, y de la ministra Celaá que se ha revelado su lectora o al menos coincidente en su pensamiento.

Si yo fuera terraplanista o creacionista también estaría a favor del pin parental. Cuantas más cosas seas, a menos contenidos disturbadores estarán expuestas tus criaturas y les quedará más tiempo para disfrutar de una infancia asentada.

Lástima que las opiniones de los progenitores no libren a sus retoños de la sucesión de solsticios y equinoccios, de las pornográficas imágenes de los satélites espaciales, de la violencia de género, la diversidad sexual, las probabilidades de contraer sarampión, del siempre incómodo pensamiento ajeno o de la terca y más inoportuna realidad. Un grupo de terraplanistas va a fletar un crucero para llegar a los confines de la Tierra. ¿Nos apuntamos?