omo no podía ser de otra manera es una expresión que cada vez que oigo me difumina el resto del mensaje. Me clava al segundo exacto de su emisión. Acto seguido me rebelo y ya no me entero de lo que me dicen. ¿Cómo que no podía ser de otra manera? ¿Hablamos de constantes universales, del valor de pi o de la velocidad del sonido? Fuera de este cajón de inamovibles, el resto de la realidad escapa del determinismo que llevan aparejadas las siete palabras. La clase política las adora, son transversales. A mí me ponen mal cuerpo, porque pienso que quien las usa y su equipo han considerado unas cuantas opciones más, con lo cual la formulación constituye al menos una inexactitud, un recorte. Solo si pueden cambiarse sin merma de contenido por un faltaría más tienen un pase, si es una cortesía, por ejemplo. En este terreno admitimos sin problema algo de elasticidad en la relación de veracidad entre lo dicho y lo sentido: ¿Me permite usted una objeción? Se la permito, como no podía ser de otra manera.

Ha llegado para quedarse es otra que también se ha hecho imprescindible y tiene el mérito de cumplir en sí misma lo que expresa. Permanecerá hiperactiva una temporada al calor de tertulias y declaraciones. Una rápida búsqueda en Google confirma que nos han visitado con esta intención el coronavirus, el teletrabajo, el servicio táper o la telemedicina. El problema de este tipo de locuciones es que son como las especies invasoras. Proliferan veloces y se meriendan la variedad de posibilidades que usábamos antes para reflejar la diversidad de matices de la realidad y de los estilos de comunicación de las personas, como ya lo hizo su pariente poner en valor, como si realmente no pudiera ser de otra manera.