l juicio por los atentados yihadistas contra Charlie Hebdo y un supermercado de comida kosher en enero de 2015 entra en su recta final. El balance fueron 20 muertos, 17 ciudadanos y ciudadanas y tres terroristas. Pronto conoceremos las condenas. A la noticia se suma la casualidad. Estoy leyendo El colgajo, de Philippe Lançon, periodista de Charlie Hebdo y Liberation que resultó herido en el atentado.

El colgajo, con ese matiz despectivo que sugiere prescindibilidad y pequeñez, se refiere al tejido del propio paciente que se inserta en una zona diferente a la de origen para reconstruirla y es la minuciosa memoria de su duelo. El periodista acumula en torno a veinte operaciones para recuperar la funcionalidad de la mandíbula y los brazos. Empecé a leerla en verano y no era el momento. La he retomado hace unos días, gracias Olga, y la recomiendo. Con un magnífico sentido del tiempo y gran economía de recursos, la mayor parte del libro transcurre en habitaciones de hospital, el autor pormenoriza las necesidades, apoyos, decisiones, contradicciones y dudas del superviviente, el camino mental, anímico y físico que recorre hacia adelante y las inevitables paradas y retrocesos.

En una breve visita al invernadero de los cactus del Jardin des Plantes, concluye que, como ellos,necesita muy poco para vivir. Philippe Lançon había entrevistado días antes del atentado a Michel Houellebecq por la publicación de Sumisión, novela donde plantea la llegada al Gobierno francés de un partido musulmán moderado y en la que subyace la pregunta sobre la necesidad de la religión. La estela de esta novela planea sobre El colgajo, pero no es la única. Junto a Kafka o Shakespeare, otros autores contemporáneos auxilian al autor, entre ellos Akhil Sharma y su Vida de familia. También se la recomiendo. Realmente, ¿qué necesitamos para vivir?