a historia transcurre dentro de una casa. Una hija visita con frecuencia a su padre. El padre, cómo no, la conoce bien, pero en unas ocasiones su aspecto, su cara, su cuerpo, son tan dispares como los de dos mujeres distintas. La hija le cuenta que se marcha a otra ciudad donde vive un hombre al que ama. Pero antes, o después, el padre se sienta a cenar con su hija y un hombre ¿es una pareja anterior? ¿esto tiene sentido? Cenan pollo. El pollo es tan real que de él parece colgar toda la verosimilitud de la escena. La cocina tiene un frente de pequeñas baldosas de colores y muebles blancos o los muebles son de madera clara y el frente ocre, uniforme. El Padre, película de Florian Zeller protagonizada por Anthony Hopkins y Olivia Colman, nos sumerge en la confusión y ofrece una muy eficaz visión del deterioro mental.

Desde otro punto de vista y en un espacio más amplio y compartido, Los acordes de la memoria, un documental hecho aquí, en casa, producido por Raúl Madinabeitia y dirigido por Fernando Vera, recoge el trabajo realizado con ocho personas con alzheimer, la experiencia de sus familias y la opinión experta sobre esta dolencia y su abordaje. Da cuenta de un proyecto llevado a cabo en la cínica Josefina Arregui de Alsasua en torno a la música como elemento mediador capaz de impulsar comunicación, colaboración y, sobre todo, experiencia felicitante, bienestar e inserción comunitaria para las personas con deterioro cognitivo. La música forma parte de la memoria emocional. Nuestra banda sonora tiene la capacidad de activar sensaciones y estados de ánimo y esta potencialidad se mantiene más allá que la de otros recuerdos que la enfermedad cancela.

Septiembre es el mes internacional del alzheimer. Son dos propuestas para comprender.