Ha sido la gota que colma el vaso. ¿Recuerdan esos días infames, en los que acabas reventando por una nimiedad? Pues eso. Lo que nos faltaba en el barrio es que se llevaran a la virgen de los esquís. Algunos de quienes nos criamos alrededor de la calle Aralar, junto a la Media Luna y la Baja Navarra, llamamos por ese nombre a la gigantesca imagen de María Auxiliadora que coronaba el edificio de los antiguos Salesianos ya que bajo los pies de esa estatua sobresalían unas barras metálicas. Bueno, pues la han retirado de allá arriba para trasladarla a Sarriguren, a la par que esta zona de Pamplona, envejecida como pocas en la ciudad, despedía a dos de sus vecinas. Cada poco se muere un anciano en esas calles, las casas que hace unas décadas soportaron familias numerosas y mucha, mucha vida se quedan vacías. Ya en todos los portales hay viviendas con las persianas permanentemente bajadas y ahora el silencio sustituye a aquellos tiempos en los que siempre se oían gritos por las escaleras y las aceras. Miro la torre vacía y no puedo con el paso del tiempo, con la pena de saber que nunca volverá la escultura de la madre con el hijo en brazos, porque unas horas antes de que desapareciera del Ensanche, a pocos metros de allá, también se iba para siempre otra mujer. Mi ama.