Cada vez nos cuesta más asombrarnos por algo, nos vamos convirtiendo en seres de vuelta de todo cuando, de pronto, hay quien consigue dejarnos con la boca abierta. Me viene a la cabeza ese tuitero que publicó en su cuenta una foto de la joven madrileña mientras era violada en los Sanfermines de 2016, a la par que insultó y acusó a la víctima de mentir en su denuncia. Este ultraderechista, que acaba de ser sentenciado a 2 años de prisión por revelación de secretos en concurso con un delito contra la integridad moral, no se ha cortado un pelo y asegura que le van a arruinar la vida porque está opositando, algo incompatible con tener antecedentes penales. El condenado insiste en que el hecho de hacer públicas aquellas imágenes forma parte de su libertad de expresión y que queda claro por su caso que "la Justicia está politizada hasta niveles increíbles". Casi al mismo tiempo, el Arzobispado de Navarra ha comunicado la puesta en marcha de una comisión para proteger y acompañar a los menores y personas vulnerables que sean víctimas de abusos de conciencia, de poder y sexuales, con independencia de quien sea su autor y de si estos actos se perpetran dentro o fuera de la Iglesia. No tiene bastante con lo suyo, que se ofrece a asesorar frente a los delitos de otros. Para flipar.