Pasear en horario de toque de queda a riesgo de dejar al pobre chucho encerrado en casa hasta la tarde. Parece lógico, pero no todo lo es y desde las últimas restricciones estamos llenos de "y si " "¿Y si quedo con los amigos del pueblo en la finca?", "¿y si vienen mis hermanos al jardín de casa? Es tremendo de grande" ¿Y si nos paramos un poco quietos? Este estricto confinamiento nos está machacando, pero ya es hora hace tiempo lo es de olvidar las penas y perjuicios que genera y dar un paso adelante. Basta de inventar estrategias para saltarse las prohibiciones, que parecemos criaturas caprichosas y consentidas, y metámonos una idea en la cabeza: hasta que llegue el remedio contra la pandemia, el sacrificio personal y la empatía son los únicos que nos pueden ayudar; el mejor antídoto frente a la covid es la solidaridad. No nos piden tomar palacios de invierno, sólo estar cada uno en su casita cuanto sea posible y así frenar la curva de ingresos que amenaza el sistema sanitario. Está en nuestras manos, más temprano que tarde, corrernos la juerga con mayúsculas con la que soñamos, besar a nuestra gente y movernos sin rumbo y para ello, como decían nuestras madres, "ni y si, ni y sa".