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Tipejos que andan por ahí

Fredy el Drogota, el yonqui más famoso del barrio, desplaza a duras penas sus ya escasos 45 kilos hasta una sucursal bancaria, en la que entra enarbolando una jeringuilla, y farfulla: "¡Esto es un atraco!". Dos minutos antes, por la tensión del momento, se ha liado, se ha metido en el portal de al lado y le ha dado un susto de muerte a una señora que salía a hacer la compra y que amablemente le ha indicado dónde está el banco. En él, le sale al paso Paco el Mazado, guarda de seguridad de 1,90 y 110 kilos de fibra y músculos, cinturón negro de taekwondo, y pistola y porra eléctrica al cinto.

Paco duda un segundo si pegarle un tiro para acabar con semejante sufrimiento, pero se echa atrás porque menudo papeleo. Tampoco es operativo arrimarle una hostiaca, por idéntico motivo, y opta finalmente por extender los brazos para que no avance más y le grita: "¡Pero Fredy, ¿a dónde crees que vas!?". El Drogota, en un instante de lucidez, decide escapar, pero se despista y se mete en el cuarto de baño de los empleados. Por el camino, con el susto, se clava la jeringuilla en un codo, con lo que duele eso. Paco lo encierra con llave, llama a la Policía y acaba el virulento asalto.

A Fredy, que no ha robado nada, que es el único que ha pasado miedo y que es el único herido, ya le espera el juez, con un paquete de ocho o diez años por atraco a mano armada y, si logra el fiscal que cuele, alguno más por intimidación, porque ha pasado al lado de una abuelilla que estaba actualizando la cartilla y que, dura de oído que es, ni siquiera se ha enterado de lo que estaba sucediendo.

En el juzgado, nuestro amante de las sustancias psicotrópicas se cruza con cuatro exdirectivos de Caixa Penedés que se asignaron a sí mismos pensiones por 31 millones de euros. Pero como han devuelto el dinero, qué remedio, y como han pedido sinceras disculpas, su sentencia es solo de un año, por lo que ni pisarán la cárcel. Al ver a Fredy, uno le dice a otro: "Qué asco. Vaya tipejos andan por ahí". Y el otro le contesta: "Sí".