Viento sur
el viento sur manda en este otoño veraniego y atípico del que ya han pasado cuarenta días sin quitarnos la camisa de manga corta. En la calle conviven amigablemente los castañeros con las heladerías, los bares están encantados y las tiendas de ropa se quejan. En el campo los días apacibles y cálidos invitan al paseo mientras se prolongan las cosechas en las huertas, las hojas se resisten a caer y las palomas vuelan desorientadas por Etxalar.
Pero el viento sur, el solano que llaman en mi pueblo, también influye, y mucho, en las personas y en su salud, igual que otros fenómenos meteorológicos como el frío, el calor, las tormentas, los vendavales, la humedad o la sequía. Produce ansiedad, jaquecas, cansancio, trastornos depresivos y, sin querer alarmar a nadie, hace aumentar la criminalidad y los suicidios. Un estudio realizado en Cantabria a lo largo de dos años asocia directamente, y con datos en la mano, los días de viento sur con las visitas de pacientes a urgencias psiquiátricas en aquella comunidad. En Suiza, incluso, la legislación lo considera atenuante en determinados delitos.
Pero para los expertos, otoños como éste no son ninguna novedad. Comparando el comportamiento de las plantas, un estudio advierte de que desde los años ochenta el verano se prolonga en Europa tres días cada década, así que a este ritmo en dos siglos pasaríamos las Navidades en bañador. Es el calentamiento global, el cambio climático del que nos advierten muchos expertos desde hace tiempo. Naturalmente, otros opinan lo contrario, que no hay tal calentamiento, y desde Rusia llegan noticias de que precisamente este otoño la nieve y el hielo han llegado antes que nunca a Siberia y aconsejan que nos preparemos para un invierno con esa ola de frío siberiana que nos visita de vez en cuando más fría que nunca. De momento, parece que el veroño se ha acabado y que esta semana hará falta la ropa de abrigo y el paraguas. Ya era hora. A ver si se me pasa el dolor de cabeza.