PSOE: fractura y desideologización
como atendiendo al argumento de la devaluación electoral vaticinada por las encuestas el PSOE debiera disolver un sinfín de direcciones territoriales, empezando por la propia cúpula federal, la lógica política certifica que Sánchez ha triturado a la ejecutiva del socialismo madrileño para sacar músculo en las mismísimas narices de Díaz, la pope andaluza que el pasado julio le cedió la poltrona de Ferraz para no enfrentarse a Madina y que ahora pretende asaltarla en cuanto se tercie. Se trata del enésimo tumulto en la historia del PSOE, una trayectoria jalonada de pendencias desde la antológica ruptura entre González y Guerra en los años 90, que concluyeron con la trifulca entre Borrell y Almunia que el primero ganó en las urnas para luego sufrir el acoso del aparato. Aquellas desastrosas primarias originales y la ulterior debacle electoral sumieron al PSOE en una batalla campal decantada en 2000 por el guerrismo, que le regaló los votos a Zapatero para que doblegara a Bono por nueve sufragios. Ante la mayoría absoluta del PP, el motín se cernía sobre el mandamás socialista, pero Aznar lo convirtió en presidente con la burda atribución a ETA de los atentados del 11 de marzo de 2004, el arranque de ocho años de tensa calma interna hasta la pugna en los estertores del zapaterismo entre Rubalcaba y Chacón, resuelta a favor del cántabro por 22 votos. El vencedor feneció en 30 meses pasto de las intrigas que antes él mismo había alimentado y ahí sigue enredado el PSOE, ahora con Sánchez como víctima propiciatoria de esa práctica suicida consistente en anteponer el poder a cualquier otra consideración, lo que ha redundado en la inanición programática y el extravío ideológico del partido que edificó los pilares del Estado de Bienestar en el postfranquismo. Mientras los cuchillos vuelan en Madrid a la espera del advenimiento de Gabilondo, y Chaves y Griñán ponen sus pescuezos a remojar ante la imputación judicial, en su endémica contradicción el PSOE ha pervertido hasta el mantra de las primarias como basamento de la nueva democracia. La rosa se marchita y no tiene quien la riegue.