Barcina: mi, me, conmigo
Donde ella atisba una gestión “seria y responsable”, más del 80% de la ciudadanía clama por el cambio, según el sondeo de Gizaker para este diario. Valga tamaña contradicción para constatar el desvarío de Barcina, cuya ejecutoria presidencial ha decepcionado a gran parte de los en su día adeptos que glosaban su cualificación profesional y su herencia como alcaldesa. Ciertamente, el de Barcina ha sido un fracaso clamoroso que se explica antes que nada por su palmaria falta de visión política, plasmada en la expulsión del PSN de un Gobierno foral que conformó sin la imprescindible cohesión y además echándose paralelamente en brazos del PP en el Congreso. Pasto de esa soledad parlamentaria autoinfligida, su estrella también se fue apagando por una concatenación de torpezas guiadas por la codicia que comenzaron al darse de alta en la UPNA y así cobrar durante 19 días en el tránsito entre la alcaldía y la presidencia, para después embolsarse sobresueldos secretos de Can y subirse el salario un 33%. El corolario del imparable declive fue una gestión equivocada del presupuesto, menguante para las prestaciones sociales cuando se perseveraba en el despilfarro de los peajes en la sombra y otras infraestructuras disparatadas como el Circuito de los Arcos o el Navarra Arena. Mientras el suelo se hundía bajo sus pies, arruinando el mito del administrador responsable que tantos votos dubitativos deparó a UPN, la narcisista Barcina se envolvió en las banderas de un impostado victimismo y de la ventajista comparación con las comunidades que carecen de nuestro nivel de autogobierno. Un ensimismamiento que ha acabado por dinamitar el partido, dividido como nunca después de que denostara ante la prensa al candidato Esparza y éste tuviera que vetarla también en público como posible parlamentaria, y a un Ejecutivo hecho jirones merced a las cuitas por las listas de UPN. Así se escribe el estrepitoso hundimiento de Barcina, que ha ubicado a Sánchez de Muniáin como caballo de troya para que sus deudos le sobrevivan y ensalcen un fastuoso legado que solo está en su cabeza. Lo dicho: mi, me, conmigo.