Las redes sociales van a ser decisivas en las elecciones. No lo dice ningún experto en Twitter ni en campañas web 2.0. Lo dice mi primo el del pueblo que, por no tener, no tiene ni ordenador y que si le hablas de un ratón le pone un cepo. Y vive feliz, que conste. Y tiene muy claro a quién votar. Y me lo cuenta porque aunque falta casi un mes ya ha visto los primeros movimientos de los que echan las redes para pescar votos en río revuelto. Eso sí que es un puerta a puerta... Unos ya se han dejado caer por el convento y las residencias de ancianos. Para “ayudar” y ofrecer, si hace falta transporte, hacia las urnas después de misa. Otros ya han empapelado la puerta de la sociedad gastronómica con colores vistosos que enganchan. Lo saben hacer. Hay que reconocerlo. Y se lo curran. Y es que las elecciones en Navarra se ganan o se pierden voto a voto, barrio a barrio, pueblo a pueblo. ¿Y ahora tuit a tuit? Los recuentos son habas contadas y hay quien sale ya con uno o dos escaños de ventaja. Es cierto que en estos comicios se va a dar un choque interesante entre dos metodologías: las redes sociales clientelares de siempre, con nombres y apellidos; y las nuevas, estas cosas de lo virtual, hoy más real que nunca. ¿Don Cayos y liberados versus community managers? Hay alguna formación que se maneja bien en lo nuevo y en lo viejo. Pero en general se va a dar esa otra polarización entre fuerzas emergentes de onda estatal que apuestan por You Tube (esa tele sin sofá ni siesta) que se mete hasta la cocina y quienes confían más en el viejo sistema de preparar papeletas, bien envueltos en la túnica foral (reversible en española), bien apelando al corazón. ¿Ciudadanos contra aldeanos? ¿Queremos contra podemos? Y en medio de esta pinza, otras siglas tratándose de abrirse paso con mensajes más o menos centrados y candidatos con curriculum, pero sin la posibilidad física de llegar a todos los rincones de Navarra ni la potencialidad virtual de hacerlo por Internet. El 24-M será también una piedra de toque sobre la influencia de los medios de comunicación y las encuestas. El 25-M, una incógnita.
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