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Un Gobierno de la excelencia

No pueden admitirse las apelaciones al caos que desde los aledaños del regionalismo se vierten sobre la presidencia en ciernes de Barkos. Porque también cuatro partidos hubieran tenido que sostener el Gobierno frustrado de Esparza, necesitado de los votos de la sigla con la que UPN rompió su coalición de hecho (PP), del socio al que expulsó de la Diputación en 2012 (PSN) y de una formación contraria a la foralidad (Ciudadanos). Tampoco caben las insidiosas alusiones al tripartito PSN-CDN-EA de 1995, pues ese Ejecutivo cayó por una cuenta suiza hasta entonces oculta y no por discrepancias de los en realidad cuatro promotores -IU apoyó desde fuera-, idéntica aritmética que ahora. Más allá del formato concreto del Gabinete que edifica Barkos, la clave radica en que se comporte como un Gobierno robusto y además como el más excelente de la democracia, también por la presión a la que le van a someter los ya añorantes del régimen en demolición. Esa cohesión sólo puede garantizarse a partir de un programa consensuado hasta el extremo desde una coherencia absoluta y una impronta inclusiva, basado en unas prioridades presupuestarias orientadas al bienestar de los ciudadanos -al margen de ideologías y sentimientos de pertenencia- y regido por un cronograma de cumplimiento minucioso a modo de un contrato social. Sólo en segunda instancia habrá que decidir quiénes van a encarnar esas consejerías con un perfil técnico sin menoscado de la vis política, unos individuos solventes en lo profesional y en lo personal además de templados, refractarios a la polémica estéril y sensibles a la crítica sin sucumbir a ella. Por añadidura, ese Gobierno de máxima autoexigencia debe conducirse de manera austera, incluso a la hora de limitar los gastos en comidas y el uso del coche oficial, y con la transparencia como compromiso ineludible con el contribuyente, sin que sea óbice para una política de comunicación unívoca que minimice las eventuales disfunciones. Navarra se merece un cambio tras veinte años eternos de poder omnímodo de UPN. Pero no cualquier cambio, sino uno verdaderamente ejemplar.