Doctrina Cristina, excepción Borbón
ni la Fiscalía ni la Abogacía del Estado acusan a la copropietaria al 50% de una sociedad (Aizoon) utilizada según las pesquisas policiales como centrifugadora de pasta gansa incluso a pesar de que su propia defensa admite una participación a título lucrativo de 347.712 euros. Y ambas instituciones dependientes del Gobierno central comparten la insólita tesis de que Hacienda ya no somos todos sino acaso varios para que a esa cotitular de una empresa presuntamente delictiva se le aplique la doctrina Botín en vez de la doctrina Atutxa, es decir, para que se le libere de la pena siquiera de banquillo mediante la instauración de la doctrina Cristina, que viene a ser la enésima y más grosera excepción Borbón. Toda una afrenta al contribuyente, una colosal vergüenza nacional, que se torna en un insulto a la inteligencia cuando además se pretende exonerar a la infanta consagrando el teorema de la esposa tonta que acepta sin rechistar todo lo que se le pone a la firma y a su alcance, lo que encaja fatal con sus puestos de responsabilidad nada menos que en La Caixa y además contraviene la máxima de que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento. Por si lo antedicho no muestra suficientemente que la justicia no es igual para todos, esta vista oral del caso Nóos lo rubrica con el hecho también inaudito de que entre los prebostes del PP que alimentaron a Urdangarin se imputa sólo al árbol caído Matas y no a los gerifaltes valencianos que le otorgaron óbolos mayores. Resulta ya una evidencia que los poderes del Estado se afanan por que la carga de la prueba recaiga toda sobre el malote exduque, como si no se hubiera limitado a llevarse su parte ante la pleitesía que se le dispensaba a su suegro, como si los corruptores y los corrompibles en torno a la Casa Real hubieran aflorado con el último en llegar desde las pistas de balonmano. En esa indisimulada apuesta por establecer un cordón profiláctico respecto al monarca emérito, cómo irrita escuchar que la Corona fue ajena a los manejos de Urdangarín. Será mientras lo tuvo desterrado en Washington, naturalmente a cuenta de Telefónica, a ver si se corría el tupido velo habitual.