Lo que se da ‘no se Rita’
Rajoy perjuró que ya no se iba a pasar ni una conducta impropia en el PP -será porque antes se consintieron un sinfín- y lo siguiente fue reforzar el aforamiento de la pestilente Barberá designándola para la Diputación Permanente del Senado, de tal manera que seguirá quedando sólo al alcance del Tribunal Supremo aun en el supuesto de que se repitan las elecciones. Tamaña muestra de teórica incoherencia resulta sin embargo en este caso de una congruencia personal absoluta al quedar acreditada la tolerancia infinita de Rajoy con la corrupción por mucho que se proclame inflexible con los apandadores que se aprovechan de la sigla para engordar bolsillos, naturalmente propios. Porque la realidad, tozuda ella, revela que en el PP no se ha purgado sin contemplaciones a ninguno de los fétidos militantes que han hecho de su capa un sayo de comisiones, una detrás de otra. Antes y después por cierto del infame Luis sé fuerte evacuado desde el móvil de Rajoy para persuadir a Bárcenas de que no debía cantarlo todo, con el corolario del borrado de los discos duros del exgerente con recibís de pagos regulares e irregulares formalizados en nombre del PP. La obscena protección de la otrora alcaldesa de España, cuya herencia en forma de blanqueo de capitales -y de gastos fastuosos en comidas, viajes y compras- se investiga en Valencia, atestigua que con Rajoy la regeneración de la derecha española se antoja un imposible tan categórico como vergonzantes las docenas de imputados en los justo doce años que lleva el gallego subiendo y bajando como mandamás del PP. Con el auxilio a la primera edil durante 25 años, Rajoy evidencia su falta de autoridad para romper con un pretérito hediondo del que él mismo forma parte indisoluble. También porque si no sucumbió ante sus conmilitones críticos tras las dos elecciones que perdió fue por el espaldarazo del omnipotente PP valenciano liderado por la propia Barberá y Camps, al que asimismo amparó mientras pudo. Con todo lo que Rajoy le debe, Barberá lo tiene claro: lo que se da no se Rita. Y Mariano, tan displicente con Sánchez, se achanta y se cuadra.