Sí; hay una obsesión identitaria. Tienen razón los que advierten de este peligro. Y cada vez está más claro que existe una agenda nacionalista oculta. Es evidente. Pero de nacionalismo español camuflado de navarrismo y corporativismo de toda la vida. Es cierto que los gobiernos municipales y el foral han cometido torpezas escénicas y que a veces les ha traicionado el subconsciente en forma de ramalazos tras décadas en las que una mayoría no respetara a una minoría en temas sensibles como los que se están poniendo en la mesa de manera intencionada. Pero no es verdad que ahora suceda al revés. Sobre todo porque las mayorías y las minorías políticas no se han establecido sobre el eje identitario, sino entre lo viejo y lo nuevo; lo de siempre y un intento de cambio difícil. El quicio está más cercano al binomio izquierda-derecha que al de vascos-españoles. Un sudado acuerdo programático plural, unido a un Ejecutivo con técnicos al servicio de la política lo avalan. Pero también sus incipientes hechos en los que si hay una obsesión no es el euskera o la ikurriña, como se quiere presentar. Más bien es la de la agenda social y los servicios públicos. La obsesión radica en buscar fondos para financiar esta apuesta prioritaria tras la tierra quemada y las huchas rotas. La senda de la política fiscal (redistribuir lo que hay) está iniciada. Resta transitar la otra senda económica de la cohesión social: la creación de empleo y riqueza. Trabajo para las personas, no a costa de ellas. Economía real, no financiera. Éstas son las nueces. El ruido lo están poniendo partidos y sindicatos que se han visto desplazados a una inesperada oposición. Las oposiciones -precisamente- y otros temas educativos (interinos, matrícula...) son paradigmáticos de una estrategia que busca y rebusca todo lo que suene a idiomas o banderas debajo de las piedras del camino, rozando el ridículo, pero tensando para crear bloques y arrastrar a inocentes e ingenuos. De algunos agitadores ya se esperaba, pero la llave está en cómo se resitúen las “viejas izquierdas”, como les llaman los politólogos: ¿Frentismo, transversalidad o yenka?
- Multimedia
- Servicios
- Participación
