Un año del cambio
El martes 24 se cumple un año de las elecciones municipales y de la irrupción de los gobiernos del cambio. Entre grupos alternativos, nacionalistas, independientes, mareas y plataformas ciudadanas, las diferentes alianzas progresistas lograron quebrar la hegemonía de los grandes partidos como PP, PSOE, CIU o UPN en el caso de Pamplona... Barcelona, Cádiz, Coruña, Pamplona, Valencia o Zaragoza son ejemplos de esta nueva forma de hacer política. Lo mismo ha ocurrido en el cinturón de Pamplona (Barañáin, Egüés, Noáin, Zizur, Burlada, Huarte, Ansoáin). No sólo no han quemado iglesias ni han acabado con las finanzas públicas sino que han empezado a verse muchos los signos transformadores anunciados. Los equilibrios internos no han sido fáciles, sobre todo cuando es necesario poner de acuerdo a diferentes facciones, y en ayuntamientos como Barcelona han necesitado la entrada del PSC para dar estabilidad al gobierno y sacar los presupuestos. Impulsar más de 2.000 viviendas públicas, las becas comedor o el plan de barrios son algunos de los logros de Colau. Carmena a su vez ha conseguido paralizar la venta de viviendas a fondos buitre. En Pamplona (tras 16 años de gobierno de la derecha), el Foro contra la pobreza, la rehabilitación de viviendas vacías, los foros de barrios o la revisión de proyectos urbanísticos frutos de la burbuja figuran entre los aciertos del tripartito (EH Bildu, Aranzadi e I-E). El rescate de los servicios públicos (garantizar su calidad sin que se especule con esos servicios) y los procesos de participación abiertos a la ciudadanía son algunas de las políticas que comparten los ayuntamientos del cambio. Como dice el alcalde de Burlada, esta nueva filosofía de trabajo -no siempre bien entendida (un vecino de un barrio reprochaba hace poco a un concejal que son un pretexto para no hacer nada)- va a costar “hacerlo” pero a la larga va a significar “un mayor sentimiento de pueblo”. Hemos pasado de consentir que nos roben a escuchar a la gente. Hace falta tiempo para que la participación sea una tarea que incumba a tod@s. Un año no es nada y cuatro -una legislatura-, poco. Lo saben los nuevos gobernantes que, en algunos casos, han pisado el acelerador -seguramente demasiado- para cambiar el modelo lingüístico, aun siendo necesario, en sus escuelas infantiles o ceder espacios de manera magnánima a colectivos afines. También para demorar una solución más digna al campamento rumano (compatible con la integración social) o no asumir una cierta responsabilidad (no tiene por qué ser una dimisión) ante errores (administrativos) muy graves.