Nos lo tenemos que mirar en esta sociedad. Lo de las agresiones sexistas, digo. Algo está pasando. Algo no estamos haciendo bien. Los datos y las noticias son alarmantes. No se puede generalizar, pero el esquema prototípico es: hombre que agrede sexualmente a una mujer. No al revés. Tampoco en el caso de otras violencias de género. Es cierto que muy ocasionalmente puede haber falsas denuncias que perjudican al denunciado -y sobre todo al resto de víctimas-, pero son las menos. La realidad es nítida. Parecía superado, pero no. Quizá hemos ido hacia atrás. O, al menos, no al ritmo de los tiempos. Hay que coger el toro por los cuernos en todos los sentidos. Dejando a un lado lo políticamente correcto, no se puede obviar que quizá haya factores culturales y socioeconómicos que influyan. Los avances en la convivencia social en un siglo XXI mestizo se han basado en una idea básica: “diferentes en culturas, iguales en derechos”. Pero también en “obligaciones” y las distintas cosmovisiones o tradiciones no pueden amparar ni legitimar vulneraciones de principios fundamentales como la dignidad de las personas. Y las mujeres son personas. Algo que se olvida cuando se las ve como objetos o seres inferiores, hasta el punto de pasar por encima de su voluntad. Un no es un no siempre. En todo lugar. En cualquier idioma. Al margen de la tasa de alcoholemia, de los centímetros de minifalda o de escote. Basta ya de culpabilizar a las víctimas. Eso también es machismo. Puro y duro. Al igual que poner el acento en de dónde es uno -cuando lo decisivo es cómo es uno- es coquetear con el racismo. Lo importante no es de dónde venimos (la nacionalidad en el DNI), sino a dónde vamos. Qué hacemos. Prueba de ello es que agresiones se han dado en todos los ambientes y niveles sociales: junto a la CUN en San Fermín, cerca de un bar de samba, en el Oinez... Si estuviéramos en una clase de Lengua (aunque la asignatura pendiente es igualdad de género) se diría que el sustantivo es ser hombre y el adjetivo ser pobre, rico, formado, ignorante, navarro, dominicano... Y si hubiera que elegir otro adjetivo, a la luz de las edades de los últimos casos, sería el de joven. Matiz preocupante ya que el futuro parece el pasado. Junto a la tolerencia social cero y medidas jurídicas o policiales, la educación en valores vuelve a ser la clave. Nos lo tenemos que mirar, sí.