Síguenos en redes sociales:

Elecciones del siglo XIX

m añana es el martes siguiente al primer lunes de noviembre de un año bisiesto, así que hay elecciones en Estados Unidos. Dos septuagenarios, Hillary Clinton (69 años) y Donald Trump (70) aspiran a convertirse en el 45º inquilino o inquilina de la Casa Blanca, aunque no lo sabremos oficialmente hasta el primer lunes después del segundo miércoles de diciembre, este año el día 19, que es cuando se reúne el Colegio Electoral para proclamar al ganador. Estas curiosas fechas tienen su origen en el siglo XIX, y eran las que convenían a los granjeros de entonces (solo votaban los hombres), teniendo en cuenta que los viajes a través del extenso país se hacían en carretas.

Y por el siglo XIX se ha quedado el sistema electoral norteamericano. Para empezar la elección indirecta que da todos los votos electorales de un estado, excepto Maine y Nebraska, al candidato ganador distorsiona el resultado final. Cuatro veces a lo largo de la historia ha ocurrido que el que más votos totales consigue no es presidente, la última en 2000, cuando George Bush alcanzó la presidencia con 550.000 votos menos que Al Gore. Además, para votar hay que inscribirse previamente, lo que deja fuera del proceso a las primeras de cambio a entre un 20% y un 30% de los teóricos votantes. La forma de votar y de computar los resultados es diferente según los estados, e incluso según los condados, desde pantallas táctiles a viejas máquinas troqueladoras. Solo hay establecidas dos horas de permiso laboral que muchas empresas no cumplen en un país donde en muchas zonas rurales las distancias a los centros de recogida de votos son enormes. A todo ello se suma la complejidad de lo que hay que votar: Presidencia, Senado y Cámara de Representantes, otros cargos estatales y locales y hasta 156 referendums diferentes en 35 estados. Un galimatías que hace que finalmente menos de la mitad de los posibles votantes acuda a las urnas. La vieja democracia norteamericana, tan admirable por muchas cosas, no puede presumir de su sistema electoral.