La segunda oportunidad
Muchas, y especialmente las más jóvenes, son las personas creen que en internet está la solución para todo. Así lo debió pensar esa adolescente británica de 14 años que -tras serle detectado un cáncer tan raro como incurable- se lanzó a buscar en la red una solución para intentar aplacar sus irrefrenables ansias de vivir y su optimismo. Ahí se topó con la criogenización, una técnica que hasta hace poco parecía ciencia ficción y que se ha multiplicado como la espuma al albur sobre todo de ingenuos multimillonarios en busca de la inmortalidad. La chica apeló a sus padres con un mensaje tan emotivo como iluso. “Me estoy muriendo, pero dentro de 200 años volveré; cuando hayan descubierto el remedio para mi enfermedad, me despertaré”, les dijo. No se ha hecho público ni el tipo de cáncer ni la identidad de la paciente, a la que se alude como J. S. y de la que sólo se sabe que le fue diagnosticada la enfermedad en agosto de 2015 y murió en octubre 2016. La disputa paterna sobre los deseos de la paciente acabó en los tribunales, y el juez Peter Jackson tras visitar a la joven en su lecho de muerte en un hospital británico alabó su “valentía” ante la adversidad y maduró su decisión de dictar una sentencia histórica que ha permitido criogenizar un cuerpo de 14 años: un caso sin precedentes en el mundo. Ahora J. S. se ha convertido en el paciente 143 tras ser trasladado su cuerpo a una empresa especializada en criogenización de Michigan (EEUU) que cobra unos 45.000 euros por el tratamiento, donde permanecerá congelado a 196º bajo cero. La ciencia avanza a pasos agigantados, pero la resurrección no deja de ser -hoy por hoy y dejando de lado cualquier consideración moral o ética- una quimera. En la actualidad es imposible tanto congelar en óptimas condiciones como reanimar las estructuras complejas vitales. El proceso completo nunca ha tenido éxito pese a la propaganda de las firmas criogenizadoras, que mueven unas cifras de negocios estratosférica. Y el debate, científico y ético, está salpicado de mitos, esperanzas y fraudes. Por que el deseo del ser humano de tener una segunda oportunidad está más omnipresente que la muerte.