No veo fácil ser alcalde del cambio. De veras. Me imagino a Joseba Asiron lidiando con el cuatripartito. Pazien-tzia... Cada formación gestionando un área diferente y tratando de contar con programas y recursos propios en base a su criterio, lo que, a su vez, interfiere inevitablemente en la acción de las demás áreas. Cada grupo buscando por su parte rentabilidad política. Cuatro fuerzas muy diferentes, dos abertzales, dos no. Distintos grados de izquierdas entre ellas, con trayectorias y culturas diferentes. Entre medio, la austerita ley Montoro de estabilidad financiera que pone muchas dificultades a los ayuntamientos para llevar a cabo inversiones y la regla de gasto que le obliga al Ayuntamiento a rebajar en un 1% su reciente presupuesto para 2017. Y, entre tanto, un cambio que se quiere que llegue al ciudadano en imagen y en servicios sobre todo, más que en obras. Uno visualiza fácilmente a Joseba Asiron intentando arbitrar, en silencio, interviniendo para ordenar los debates. Edurne Eguino, de I-E, consiguiendo aumentar en 30.000 euros las becas para comedores escolares o las ayudas de emergencia social en 200.000; Armando Cuenca (Aranzadi) planteando su red de carriles bici al menos en Pío XII, Itziar Gómez, de Geroa Bai, reivindicando un ascensor para Mendillorri por ser una demanda social además del local juvenil; Joxe Abaurrea (EH Bildu) apostando por la costosa rehabilitación de Milagrosa aunque no hayan llegado ayudas europeas, Maider Beloki subiendo en 400.000 euros el gasto de los civivox por una cultura de barrio... “Yo les digo, discutid y reñid con respeto, pero en el momento que se tome una decisión es la mejor y la de todos. Eso es lo importante”, aseguraba el primer edil tras presentar los presupuestos en los pasillos del Condestable mientras saludaba a la gente que estaba de paso (un acierto sin duda acercarse a la ciudadanía). Es una idea que la repite mucho y que la aprendió, admite, de sus primeros jefes en la ikastola. Es de agradecer también que el mandamás de Iruñea no se haya puesto la boina para mirar al ombligo de la ciudad y se codee con regidores y regidoras de otras ciudades del país liderando proyectos comunes en materia de memoria histórica, medioambientales o urbanísticos.

Los alcaldes del cambio están por otro lado enfilados. Aquí y en el resto del país. Y el de Altsasu ni te cuento. Me lo imagino poniéndose en el lugar de los padres y madres de los chavales a los que la Fiscalía puede pedir entre 10 y 15 años de cárcel por participar en una desafortunada trifulca a las cinco de la madrugada. Mucha gente que estuvo en la manifestación del pasado sábado, de todos los pelos, acudió sencillamente porque podían ser sus hijos o sobrinos los que se hubieran visto en medio de este montaje político y mediático. Un disparate.