e l Teatro de Ansoáin acogió la semana pasada la entrega de los premios a las mejores prácticas de desarrollo local sostenible que organiza el Gobierno de Navarra, ya en su novena edición. Son nuestros Oscar ambientales, proyectos públicos o privados repartidos por pueblos y ciudades que tienen muchas horas de trabajo detrás y que constituyen pequeños ejemplos de que hay otra forma de hacer las cosas.
Hubo tres premios: a la Mancomunidad de Valdizarbe y su movilización ciudadana que le ha llevado en año y medio a situarse a la cabeza de Navarra en el reciclaje de residuos orgánicos; a la red de cinco huertos urbanos de Ansoáin que utilizan diferentes colectivos, desde niños hasta personas con discapacidad; y al Plan Municipal de Arguedas, ejemplo de integración en la programación urbanística de criterios ambientales y sociales. Hubo también una mención al centro juvenil de arquitectura ecológica de Berriozar y once placas a otras tantas prácticas, desde un grupo ciclista de la Ribera hasta la caldera de leña que calienta el Ayuntamiento de Arakil.
Naturalmente, estas buenasprácticas no ocultan por sí mismas los problemas ambientales de Navarra, de plena actualidad aunque solo sea por el culebrón del tratamiento de las basuras de Gipuzkoa en El Culebrete. Esta misma semana el Gobierno ha presentado el Plan de Residuos, muy claro en sus objetivos y estrategias pero con muchos interrogantes aún por resolver. Y qué decir de la situación del medio ambiente a nivel mundial, y más tras la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump y el temor a que se pueda cargar lo poco conseguido hasta ahora.
Pero nadie puede negarles la satisfacción a los premiados en Ansoáin. Sus pequeños proyectos son como gotas de agua en el océano. No van a solucionar el cambio climático, pero ya se sabe que el aleteo de una mariposa aquí puede producir un huracán en el otro lado del mundo.